A mediados de enero llegamos a Chile. Esperamos en el aeropuerto un rato y cuando vimos que no había nadie esperándonos decidí tratar de comunicarme con mi familia. Ellos sabían que llegábamos a las 12, pero se les confundió el PM con el AM!
Viajamos con el máximo de equipaje posible: 2 maletas grande, 1 maleta de mano y 1 bolso o mochila cada uno, además de las 2 sillas de auto y un bolso extra donde Will traía esquís!, lo que sumando significa que veníamos con 19 piezas de equipaje.
Nos demoramos un montón de salir del aeropuerto porque además de las mil maletas, los niños estaban súper cansados después de un día entero volando.
Pero llegamos.
Las primeras 3 semanas nos quedamos en la casa de mi abuela y después nos fuimos de vacaciones al sur por 2 semanas más. Al volver nos entregaron la casa que decidimos arrendar.
Sabíamos exactamente dónde queríamos vivir. Will aceptó venirse a Chile con la condición de vivir en un lugar sin rejas en las ventanas, con baja delincuencia, sin -o con poco- smog y sin mucho tránsito vehicular. Colina era un lugar que cumplía con todas esas condiciones.
Llevamos un mes viviendo en nuestra casa. Como no trajimos muchas cosas de NY hemos tenido que ir comprando poco a poco las cosas qué necesitamos, lo que ha sido un desafío pero al mismo tiempo una bendición.
Lo primero que llegó fue el camarote de los niños y la cama de la pieza de invitados. Con Will dormimos ahí por como dos semanas, hasta que compramos una cama para nuestra pieza! Tuvimos sillas sin mesa por un par de semanas y sólo hace algunos días he estado agregando plantitas y decoración simple.
Nos faltan veladores, lámparas, una mesita para los parlantes, cuadros, fotos para algunos marcos que ya están colgados y muebles para la pieza de los niños y la sala de estar, pero siento que estamos cerca de estar listos en las partes más importantes de la casa.
Este fin de semana pasamos la primera prueba de fuego: celebrar el cumpleaños de Liam con 40 invitados!
Y hoy es el primer día en que Liam va al colegio en jornada completa. Las tías me dijeron que él estaba listo y adaptado, pero a mi se me ha hecho un poco difícil.
El día que lo inscribí para la jornada completa me dio un montón de angustia porque sentía que era muy chiquitito para ir tanto rato al jardín! Pero dos cosas me ayudaron: saber que podíamos hacer una transición más larga y saber que aunque haya pagado hasta las 4:30 no significa que no puedo ir a buscarlo antes.
De hecho, yo creo que vamos a hacer esa jornada larga sólo 2 veces a la semana, lo que me va a permitir trabajar en un proyecto pendiente que tengo que terminar (una página web en la que estoy trabajando con Will) y al mismo tiempo ser una mamá presente.
Sé que no quiero ser una stay at home mom, pero también sé que no quiero trabajar de lunes a viernes de 9 a 6 y llegar a acostar a los niños todos los días para sólo verlos el fin de semana.
Mi misión de este año va a ser formar una vida que tenga un balance -con el que yo esté cómoda- entre ser mamá y trabajar.