Por casi 7 años viví en un pueblo de Westchester que quedaba a solo 40 minutos del centro de Manhattan. Cuando recién llegué (y después de vivir en el centro de Santiago por 2 años) me parecía todo muy tranquilo, y la vista que mi casa tenía al río Hudson hacía que me sintiera de vacaciones. Todas las semanas tomaba el tren a Manhattan donde el movimiento, la cultura, y el ruido de la cuidad me hacían sentir más viva. Me gustaba mi pueblo pero NYC tenía mi corazón.
Por años seguí mis paseos a Manhattan para tener ese “despertar”, y cuando me inscribí en la universidad para hacer un master en la cuidad, estaba demasiado feliz por que iba a ir todos los días!
Un año de viajes diarios a Manhattan hicieron que apreciara el ritmo más tranquilo de mi pueblo. Tomaba el tren de las 5pm y después de estar todo el día en una cuidad ruidosa, llegaba a mi casa donde todo era más tranquilo, la naturaleza era más linda y desde mi ventana podía ver las puestas de sol en el río Hudson.
Después de hacer mi master, tuve a Liam y las visitas semanales a Manhattan se convirtieron en visitas mensuales. Cuando Liam tenía 6 meses conocí en la biblioteca de mi pueblo a un grupo de mamás que con el tiempo se transformó en mi tribu. Yo organizaba clases semanales de arte para los niños, entre todas nos ayudábamos y apoyábamos cuando los maridos salían de viaje, los chiquititos se hicieron amigos, y nosotras formamos un grupo que hizo que la maternidad no fuese solitaria. Este grupo es lo que hizo más difícil volver a Chile.
Vivir en un pueblo significa vivir en una comunidad cercana. Uno va al supermercado y se encuentra con gente que conoce, vas al coffee shop y el dueño sabe tu nombre y cual es tu café favorito, conoces a los policías por nombre, todas tus amigas viven a máximo 15 minutos de tu casa y todos los niños van al mismo colegio.
La vida es más lenta que en una cuidad grande, no hay congestión vehicular ni smog, todo queda muy cerca y estas son cosas que con los años he aprendido a apreciar.
Mi pueblo gringo tiene actividades anuales como la llegada de Santa en un camión de bomberos, el día en que se prende al árbol navideño que está en medio del centro, tiene un festival portugués, un festival italiano, un festival de otoño, un día del medio ambiente y un día de bienestar donde hacen clases de yoga a la orilla del río y venden comida sana del restaurant vegano que está en Main Street.
Aún no decidimos si vamos a quedarnos en Chile o volver a Estados Unidos. Nos encanta Colina, sus cerros, el colegio Montessori donde van los niños y estar cerca de mi familia! pero me ha sorprendido lo mucho que he extrañado mi pueblito y todo lo que éste tiene para ofrecer.
Por ahora seguiré disfrutando de este pueblito una vez al año cuando viajemos a NY a ver a familiares y amigos, y si volvemos a vivir a Estados Unidos, viviremos ahí. Por ahora voy a seguir manteniendo el Instagram que hice para una página -del pueblo- en la que hemos estado trabajando por más de 1 año! Esta es la cuenta por si les tinca verla: