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Hace exactamente una semana, a las 12:30, estaba entrando a pabellón para el nacimiento de nuestro tercer y último hijo.
Mi mamá había llegado el día anterior de Chile y esa mañana teníamos planeado sacar algunas fotos familiares para despedirnos del vientre y cerrar la etapa como familia de 4.
A las 10:00 salimos rumbo a la clínica donde nos esperaban a las 10:30.
Después de presentarnos y hacer el ingreso, nos dieron una pieza. Esos minutos son raros, estás esperando el suero, que te preparen, firmar papeles, y es todo tan seco, pero al mismo tiempo estás a punto de vivir uno de los momentos más importantes de tu vida.
Enfermeras y doctores varias veces nos preguntaron ¿es su primer hijo? y cuando les decíamos que era el tercero se relajaban y decían que ya sabíamos lo que se venía.
Y es verdad. Aunque algunas cosas han cambiado un poco en 10 y 5 años, una cesárea es bien standard. Will se queda afuera mientras me ponen la anestesia, me acuestan en la mesa del pabellón, Will entra y se sienta al lado mio, y 20 o 30 minutos más tarde conocemos a la personita que por tanto tiempo y con tantas ansias esperamos.
Lo único que era distinto (aunque no noté una gran diferencia con mis cesáreas anteriores) es que esta cesárea era una “gentle c-section” lo que básicamente implica que uno tiene una voz en el proceso y puede pedir cosas antes de la operación como por ejemplo que no se lleven al bebé, que pongan música, que no hayan estudiantes o personas no indispensables en la sala, etc. En las gentle C Section además usan un telón doble (tela que te separa de los médicos, para que uno no vea la operación), y cuando es la hora del nacimiento sacan el telón de color y queda uno transparente para que puedas ver a tu hijo nacer.
Esta operación me tenía un poco nerviosa, en mi familia cada generación ha tenido la muerte de un bebé y creo que es lo más difícil que le puede pasar a alguien. Por eso le dije a varios amigos y familiares que el nacimiento iba a ser entre 12:30 y 1pm aprox, para que pensaran en nosotros, que nos mandaran buenas vibras o que rezaran si eran creyentes.
Cuando me puse un poco nerviosa durante la operación, cerré los ojos y sentí que muchas personas estaban con nosotros, sentí rezos, energías y abrazos de gente que nos quiere y que estaba pensando en nosotros. Eso me ayudó demasiado.
A las 12:54, el doctor dijo “its a big boy“, bajaron el telón de color, y a través de un plástico transparente vi a mi baby boy por primera vez.
Uno contiene la respiración hasta que los escucha llorar, ese primer llanto es la primera indicación de que tu bebé está bien, está vivo y tiene aire en sus pulmones. No hay mejor sonido en el mundo.
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Una de las cosas que más me gustó (y que no me esperaba) es que no visten a los bebés inmediatamente, sino que los limpian un poco con un pañito, les ponen pañales y los envuelven con una mantita.
Cuando terminó la operación me llevaron a la sala de recuperación donde pudimos estar todo el rato piel con piel. Creo profundamente que esto y los primeros días con visitas muy limitadas son la clave de una lactancia exitosa.
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No tengo muchas fotos del primer día, básicamente porque estuve casi todo el rato sin ropa. El contacto piel con piel se sentía tan bien, hacía fácil la lactancia y nos mantenía a los dos con la misma temperatura y respirando juntos.
Obviamente es entendible que hermanos y abuelos quieran conocer al bebé el mismo día, pero decidimos limitar las visitas a eso. Temprano fue vernos el papá de Will, y en la tarde/noche fue mi mamá con Liam y Elisa, lo que coordinamos con la visita de la mamá de Will y Steve, su marido.
Elisa y Liam estaban felices y todo se hizo mas real cuando los vi a todos juntos. Mi corazón, dividido en 3.
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En Chile todos quieren ir a la clínica a conocer a los bebés, llevar un regalo, y felicitar a los padres, pero aquí hay un entendimiento un poco mas generalizado de que los primeros días, lo que la mamá y el bebé necesitan es tranquilidad y espacio.
El resto de la estadía en la clínica lo pasamos los 3 solos. Poco a poco las enfermeras vienen menos, se va estableciendo la lactancia y podemos dormir un poco mas.
Las enfermeras y doctores eran amables y la comida era rica. La noche de la cesárea ya estaba comiendo un sandwich y al otro día no tenía restricciones alimentarias. Comimos pizza, una hamburguesa vegetariana, salmón con arroz integral, helado y otras cosas ricas.
En el pasillo también hay una cocina con helados, sandwiches, pudding, jalea, porciones de atún, huevos duros, platos listos para calentar, jugos y bebidas. Si teníamos hambre íbamos a la cocina y llevábamos cosas a la pieza.
El segundo día fue tranquilo. Will, Evan y yo, recuperándonos, descansando, conectando y conociéndonos sin interrupciones, sin visitas, sin distracciones. Vimos una película y Will me pidió un masaje: hay una carta de “terapias alternativas” con aroma-terapia, reiki, masajes, reflexología, etc. Por 30 minutos una enfermera me hizo un masaje en los pies mientras Evan tomaba leche. Fue increíble.
Al mismo tiempo, yo estaba tranquila porque sabía que Liam y Elisa estaban bien y felices, cuidados por mi mamá.
Fue realmente todo lo que imaginé. Después de una experiencia dura con Liam (nos cargó la clínica y lo pasamos súper mal), tuvimos un nacimiento y días posteriores increíbles. Estoy agradecida de cerrar así un capítulo de nuestra vida. Nuestro último nacimiento, lo cerramos felices.
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Llevamos una semana de esto. Este bebé nació en una familia que lo esperaba mucho. Lo amamos y estamos agradecidos por su llegada.
Anita